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ACT: Juana Hofman, Andrés Ruíz, Nelson Pinilla, David Novoa, Luís Bernardo Cano.
IGAC: Gustavo Adolfo Marulanda, Anderson Puentes Carvajal, Daniel Ojeda Cruz, Giovanny Morales, Ángela Cogua Gómez, Ingrid Daniela Velasco Ochoa, Juan Sebastián Rivera Ramos, Simón González Ticora, David Hernando Bello Ladino, Laura Valentina Peña Chica, Elkin Josué Góngora Leal.
¿Quiénes somos?
Somos el pueblo pɵɵsiɵ́hɵ (gente de hacha), originario de nuestro territorio, que es patrimonio cultural y ancestral, y está delimitado y ordenado por el Creador desde el origen del mundo.
Somos un pueblo con una creencia y una lengua (pɵɵsiɵ́hɵ n̵sofa) única en el mundo. Nuestro linaje es patrilineal, ordenado por la Ley de Origen. Nuestro sitio de origen es Mn̵fɵsikń̵. Este lugar es la maloca que representa al territorio, es decir, Mn̵fɵsikń̵ es una maloca espacial que representa el universo donde se originó la humanidad. Allí se encuentran los secretos que el Creador nos otorgó como reglas para administrar el territorio y el conocimiento para comprender, interpretar y saber utilizar a nuestro favor todos los elementos que nos brinda la naturaleza.
Cuando el Creador concibió ñoñfësi ka’daikn siëhe (el universo), eligió nuestro territorio en el centro del mundo, y nos eligió por nuestro buen comportamiento y pensamiento; nos entregó el conocimiento y la regla para la intervención en el territorio mediante la planta sagrada taákn̵ (hí'píe 'coca'), que nos orienta. Nos encargó, asimismo, la gran tarea de administrarlo y protegerlo, para así mantener el equilibrio del universo. Por esta razón, nos denominamos como gente de centro.
¿Quiénes nombran el territorio de la gente de hacha?
La toponimia, fuertemente basada en hidronimia, de los pɵɵsiɵ́hɵ o gente de hacha (conocidos mayormente como ‘andoke’) es partícipe de los relatos cosmogónicos y central en la comprensión del alcance territorial de este pueblo. Su territorio está demarcado ancestralmente por los nombres propios, cada uno con una historia de origen. Se destacan un par de características de alto interés etnolingüístico sobre la toponimia de la gente de hacha.
Por un lado, los pɵɵsiɵ́hɵ o gente de hacha establecen que los seres humanos no son los únicos seres que nombran el territorio. Pueden contarse hasta por lo menos seis tipos de entidades ontológicamente diferenciadas que han dejado una impronta la toponimia propia que emplea la gente de hacha, a saber:
a) Creadores, los cuales otorgan nombres a lugares centrales para la gente de hacha provenientes desde el origen del cosmos, nombres de lugares que albergan dueños y que, a la vez, en la estructura del mismo nombre los evocan.
b) Dueños, que son espíritus mayores vinculados a sitios específicos, quienes bautizan los lugares que manejan por sus características o por los acontecimientos primigenios allí ocurridos.
c) Los yɒnn̵kń̵ o ‘traspasadores’, ancestros míticos de la gente de hacha, hablantes de otra lengua, que se desplazaron desde el Bajo Caquetá, en particular desde Ma̰ditapɵnn̵ ‘cerro de milpeso’ o Cerro Yupatí, hacia el occidente por el Adusé hasta I’ñefɵpiá ‘canasto de tripas’, por el Río Yarí u Oedisé ‘quebrada de lobo de agua’ hasta Ḭbafisiá ‘chorro de gamitana’ o Chorro La Gamitana, por el Río Mesay o Uɒika’sé ‘río negro’ hasta Pañedɵkn̵fisiá ‘chorro de zancudo’ y por Ḭtaka’sé ‘río de la danta’ o Río Caquetá hasta Pɵkn̵pɨkn̵fisiá ‘cañón del chorro de chonta’ o Chorro de Angostura, con la misión de sanear espiritualmente el territorio explorado de animales peligrosos y, así, permitir el poblamiento por parte de generaciones futuras. Los yɒnn̵kń̵ recorrerían entonces ríos, quebradones y cuerpos de agua principales y les darían nombre, a veces superponiéndolo sobre los nombres puestos por Creadores o dueños y con diferente grado de sacralidad.
d) Los ka’hɵi o ‘fantasmas, gente invisible’, seres blandos, hostiles y letales, actualmente eliminados del territorio, pero de los que es delicado hablar, que solían perseguir a la luna y buscarla en el reflejo del agua, sobre lo cual se desprenden historia y recorridos de estos seres por las quebradas y caños menores o secundarios, aquellos de ‘adentro’, no los que están hacia Ḭtaka’sé o Río Caquetá, y que iban nombrando estos cuerpos de agua según lo que veían.
e) Los abuelos humanos de los pɵɵsiɵ́hɵ o gente de hacha, quienes, en tiempos de la humanidad, posterior al saneamiento de los yɒnn̵kń̵, bautizaron los lugares restantes o renombraron algunos si estos sufrieron cambios.
f) Animales; por lo menos existe evidencia de un hidrónimo que fue puesto por un caimán que vivió una historia sucedida en el chorro que él mismo ulteriormente nombraría.
La voz del territorio: topónimos ocultos y dueños sagrados
Por otro lado, varios topónimos, en particular aquellos que corresponden a lugares prominentes, lugares con dueño o cosmogónicamente centrales para la gente de hacha, son en realidad versiones ‘eufemísticas’, ‘seculares’, ‘vulgares’ o apelativos culturales de los nombres originales puestos por los Creadores, los dueños y los yɒnn̵kń̵. Estos nombres originales, conocidos como ‘nombres científicos’, son las denominaciones ‘naturales’ de los lugares con gran carga espiritual y, por lo tanto, fungen como criptotopónimos, es decir, como nombres secretos, que la mayoría de la gente de hacha no conoce o tiene prohibido pronunciar desprovistamente, pues pronunciarlos invoca al dueño que está asociado territorialmente a estos.
En efecto, los nombres científicos cuentan con la particularidad de que los nombres de los dueños de los lugares, igual de sagrados, figuran dentro de la estructura de estos nombres de lugar, tratándose así de nombres teofóricos. De este modo, decir el topónimo hace entender al dueño que se le está llamando por un motivo y, de no ser así, el dueño enferma o castiga a quien lo llamó en vano. Por ello, solo los mayores conocen los nombres científicos y son dichos en contextos especiales, con pagamento.
El territorio habla con voz propia
Los relatos cosmogónicos de la gente de hacha plasmados por Landaburu y Pineda Camacho (1984) sugieren un vínculo adicional entre la toponimia y los petroglifos o dibujos sobre piedra que hacen parte de las historias de este pueblo: los dibujos como “escritura” de los nombres y como “señales” que indican a los que llegan cómo se llama cada lugar:
Esto que nombraba: el río Guacamayo, el río Pokadé, esa piedra Chorro de brea, Chorro de la tripa del difunto Infa, Lugar-de-cacería, de todo eso dicen que hacía la semejanza en la piedra, en su escritura. Nosotros no lo entendemos (...) Los dibujos fueron hechos por los brujos de los gigantes. Nosotros no los podemos entender. Si conociéramos a alguno de ellos, podríamos entender lo que dice el dibujo. Pero se acabaron todos (...) Así como ellos nombraban las cosas, así se nombra hoy. Se dice: “Bautíceme” (pp. 206, 207, 209).
Las explicaciones sobre la Motivación de los topónimos de la gente de hacha (el porqué de la asignación de estos nombres a sus respectivos lugares) se basa en las historias que fueron contados al equipo de Toponimia Nativa en el mismo territorio ancestral de este pueblo a lo largo de luengos recorridos por sitios de relevancia cultural y en espacios de mambeadero, complementadas y comparadas con el contexto que ofrece la literatura existente sobre la cosmogonía de la gente de hacha, a saber del libro Tradiciones de la gente de hacha. Mitología de los indios andoques del Amazonas (1984) de los investigadores Jon Landaburu y Roberto Pineda Camacho.
Por su parte, las explicaciones correspondientes a la tradición oral, origen y significado de los topónimos son el producto de análisis realizados de la mano de hablantes de la lengua de la gente de hacha y apoyándose en el Diccionario preliminar de la lengua del pueblo gente de hacha-andoque (2a ed., 2025), compilado por Hernando ‘Fisi’ Andoque Andoque, el cacique mayor de la gente de hacha, Jon Landaburu, lingüista. En esta sección, se despliega, primeramente, en este orden, el nombre andoque, en ortografía propia / el nombre segmentado por morfemas / la glosa de los morfemas / la interpretación semántica del nombre en español / el alónimo o nombre alternativo del lugar en español, de existir, el cual suele ser la misma interpretación semántica del nombre andoke.